Page 35 - Grito hacia Roma
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Los maestros enseñan a los niños
                                        una luz maravillosa que viene del monte;
                                        pero lo que llega es una reunión de cloacas
                                        donde gritan las oscuras ninfas del cólera.
                                        Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas sahumadas,
                                        pero debajo de las estatuas no hay amor,
                                        no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo.
                                        El amor está en las carnes desgarradas por la sed,
                                        en la choza diminuta que lucha con la inundación;
                                        el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre,
                                        en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas
                                        y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas.
                                        Pero el viejo de las manos traslúcidas
                                        dirá: amor, amor, amor,
                                        aclamado por millones de moribundos;
                                        dirá: amor, amor, amor,
                                        entre el tisú estremecido de ternura;
                                        dirá: paz, paz, paz,
                                        entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita;
                                        dirá: amor, amor, amor,
                                        hasta que se le pongan de plata los labios.


                                        Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto,
                                        los negros que sacan las escupideras,
                                        los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los directores,
                                        las mujeres ahogadas en aceites minerales,
                                        la muchedumbre de martillo, de violín o de nube,
                                        ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro,
                                        ha de gritar frente a las cúpulas,
                                        ha de gritar loca de fuego,
                                        ha de gritar loca de nieve,
                                        ha de gritar con la cabeza llena de excremento,
                                        ha de gritar como todas las noches juntas,
                                        ha de gritar con voz tan desgarrada
                                        hasta que las ciudades tiemblen como niñas
                                        y rompan las prisiones del aceite y la música.
                                        Porque queremos el pan nuestro de cada día,
                                        flor de aliso y perenne ternura desgranada,
                                        porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra,
                                        que da sus frutos para todos.


                                                                                                                                33
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