Page 11 - La voluntad de la tierra
P. 11
La voz de los poetas 11
dad. A las puertas de una Segunda Guerra Mundial, parecía que
progresar significaba autodestruirse. Frente a la prepotencia de
los discursos de odio y de aniquilación, la poesía intentaba escu-
darse en unos orígenes identificados con el amor. La tierra da sus
frutos para todos y es responsabilidad del ser humano respetar
esa voluntad y esforzarse por repartirlos con justicia. No deja de
ser una estrategia culta y civilizada a la hora de pensar en los
orígenes, un modo de legitimar el amor frente a la injusticia, afir-
mando que el respeto a la dignidad humana es el fundamento de
la convivencia feliz, más allá de cualquier coyuntura de tipo his-
tórico, social o político. El pasado nunca fue un paraíso, pero la
poesía se escuda a veces en la memoria del paraíso terrenal para
sentirse con derecho a defender un futuro más justo. Las razones
de la vida: una verdad humana anterior a cualquier episodio.
Había que defender la voluntad de repartir el pan y el vino
ante los himnos de las conquistas, las invasiones, la desigualdad
y la prepotencia. Esa fue la estrategia de Federico García Lorca
en “Grito hacia Roma”, poema que la unam y el Instituto Cer-
vantes han traducido a casi una treintena de lenguas indígenas
americanas. En un viaje de ida y vuelta, esta antología traduce
también al español poemas escritos en lenguas originarias. Aun-
que “Grito hacia Roma” pertenece a la época más vanguardista
de García Lorca, no está de más recordar que el autor granadino
había intentado elaborar una lírica de diálogo con las verdades
de la tierra en sus creaciones vinculadas con el cante jondo y la
cultura gitana. Las injusticias de la civilización y las leyes opre-
sivas invitaban a evocar unos orígenes en los que el sentido de
pertenencia y la memoria pudieran cantar los sueños negados
por las prepotencias dominantes. Bajo las estrellas compartidas
en la noche de los humanos, hay una apuesta universal por com-
prender y darle sentido a las condiciones de la existencia. Quien
lea, por ejemplo, los pensamientos de José María Arguedas so-