Page 12 - La voluntad de la tierra
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12  Luis García Montero

          bre las canciones quechuas, podrá relacionarlos de manera natu-
          ral con los sentimientos lorquianos ante el cante jondo andaluz,
          así como con un deseo común de defender la dignidad de cual-
          quier ser humano ante los encadenamientos de desprecio que
          establecen jerarquías corrosivas entre los puros, los mestizos y
          los indígenas.
             Sin olvidarnos nunca de las exigencias de la elaboración lite-
          raria, a lo largo de los siglos y de las sabidurías personales, la poe-
          sía es un género adecuado para condensar los efectos de la verdad
          de la tierra y las raíces culturales de una comunidad en la que
          el yo se suma al nosotros. Como afirma Natalia Toledo, tenemos
          todo el derecho a expresarnos en nuestras lenguas y, al mismo
          tiempo, a reconocer el diálogo entre culturas, así como los tejidos
          de la diversidad cultural: una herencia occidental junto a un legado
          indígena. Entre la voz de las abuelas y la palabra leída, los cauces
          de la poesía fijan los tonos de un hablar desnudo, surgido desde
          la sinceridad del corazón; una voz que se sostiene en las viven-
          cias más íntimas y en las experiencias colectivas, una manera de
          decir y de sentir que parece capaz de superar las fronteras entre
          las expresiones personales y las palabras de la tribu. Creamos
          para responder a un destino imperfecto en el que dialogan la vida
          y la muerte. Resulta necesario hacerse fuego cuando el frío inten-
          ta imponer sus códigos de vida, como resulta conveniente, en me-
          dio de las soledades, buscar las palabras que faciliten el encuentro.
          Somos un mar en el que desembocan distintos ríos. Ante los pe-
          ligros de la pérdida de memoria e identidad, las palabras deben
          remontar los ríos hasta llegar a su manantial de origen. A través
          de los gritos y los ecos, las palabras intentan conformar una con-
          versación, ser al mismo tiempo testimonios y confesiones. Se afir-
          man contra el olvido cuando regresan al abrazo de la madre, del
          mismo modo que vencen la soledad cuando dos cuerpos se abra-
          zan en un acto de amor sobre la palabra hoy.
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