Page 12 - Grito hacia Roma
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                 Una oración moderna



















                                Federico García Lorca, el poeta español más traducido a las diversas lenguas del mun-
                                do, necesitó escribir un nuevo padrenuestro para recuperar la fe en el progreso y el fu-
                                turo. En las primeras décadas del siglo xx, había considerado que Cristo podía unirse
                                a todas las figuras que encarnaban el sufrimiento, la muerte por amor y la rebeldía ante
                                las imperfecciones de la realidad. La palabra del poeta, conmovida por una dinámica
                                europea que provocó la guerra de 1914, pudo encarnarse en el dolor de las mujeres
                                abandonadas, los muchachos incomprendidos, los marinos en medio de la tempestad,
                                los quijotes derrotados, personajes dignos, pero traicionados por un mundo injusto.

                                La crisis de Wall Street le sorprendió en Nueva York, ciudad a la que había viajado en
                                1929, acompañando a su amigo Fernando de los Ríos, profesor de Derecho Político
                                en la Universidad de Granada. En la metrópoli del mundo nuevo, vio cómo resultaba
                                herida la paloma que había volado para anunciar las buenas nuevas y para representar
                                las ideas y los sentimientos del progreso y sus iluminaciones. Entonces se subió al
                                edificio más alto de la ciudad y lanzó un grito hacia Roma y el Vaticano. Quería que
                                escuchase su oración el hombre vestido de blanco.

                                El poeta pensaba en la comunión al advertir que ya nadie se ocupaba, según el ejem-
                                plo de Cristo, de repartir el pan y el vino. Se asustó al comprobar que una vez más
                                era posible que las balas cruzaran el aire en busca de los cuerpos, porque la realidad
                                se había llenado de cadenas, lamentos y ataúdes sin cruz. Mientras intuía el estallido
                                de una nueva guerra mundial, necesitó afirmar que resultaba necesario mantener la
                                esperanza. Cristo tenía la voluntad de repartir agua todavía. Un mañana de salvación
                                resucitaba en el mundo gracias a las mujeres que se ponían de parto en nombre de
                                la vida.

                                Conocimiento, razón y fuerza sentimental, o ciencia, técnica y raíces humanas. El
                                poeta hablaba después de mirar a las personas que sufrían, después de sentir compa-
                                sión por los hambrientos, después de comprender el dolor de los condenados a vivir
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