Page 10 - Grito hacia Roma
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                 Recordar a un poeta



















                                Recordar a un poeta supone un modo de entender la vida y de entender el mundo.
                                Federico García Lorca es el poeta más conocido y traducido de la cultura española.
                                La calidad de su obra, el éxito popular de su teatro, el protagonismo que adquirió en
                                una época significativa de transformaciones sociales y las dolorosas circunstancias
                                de su muerte convirtieron a García Lorca en un símbolo de la libertad, un símbolo
                                que pervive hoy con renovado vigor en los libros y los escenarios.

                                Muchas son las lecciones que podemos vivir en sus versos. Cuando leemos el Ro-
                                mancero gitano, entramos en contacto con la tradición, con una estrofa llena de his-
                                toria y de historias. Los versos de ocho sílabas y las rimas asonantes, los romances
                                que han sabido contar los episodios más característicos de nuestro pasado, llegaron
                                a las manos del poeta andaluz para llenarse de metáforas vanguardistas. Y es que no
                                es bueno confundir la tradición con el tradicionalismo, la memoria y la herencia del
                                pasado con la inmovilidad. Lorca hizo del minucioso conocimiento del pasado un
                                modo de pensar en el progreso y en el mejor futuro.

                                Tampoco es bueno confundir el orgullo de una identidad nacional con un sentimien-
                                to cerrado, un rechazo al conocimiento de los otros. Lorca fue un poeta nacional,
                                con un sentido de pertenencia significativo y constante, pero su identidad se abrió
                                a todas las formas culturales que participaban de la condición humana, las voces
                                antiguas y nuevas que hablaban del amor y la muerte, del tiempo, el deseo y la vida.
                                Por eso se sintió siempre cerca de las personas que sufrían y se identificó con la
                                imagen más romántica de Cristo, un ser capaz de morir por amor y de sacrificarse
                                por los demás.

                                Cuando leemos Poeta en Nueva York, advertimos el reconocimiento de un mundo
                                nuevo en el que los grandes edificios y la extensión de la metrópoli invitan a com-
                                prender el valor de los avances científicos y tecnológicos. Pero la mirada del poeta
                                comprendió que al ser humano no le basta con crecer hacia lo alto y lo ancho.
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